La mesoterapia fue desarrollada en los años 50 por el médico francés Dr. Michel Pistor. Inicialmente destinada a tratar el asma, pronto se vio que también tenía efectos positivos sobre la piel. Hoy en día, la mesoterapia se utiliza principalmente en medicina estética, sobre todo para el rejuvenecimiento de la piel.
Pero, ¿qué es exactamente la mesoterapia? En esencia, es un método mínimamente invasivo cuyo objetivo es mejorar la piel desde dentro hacia fuera. Mediante microinyecciones, se administran cócteles de principios activos de vitaminas, antioxidantes, aminoácidos, minerales, ácido hialurónico y coenzimas directamente en la capa media de la piel, el mesodermo.
La mesoterapia estimula la renovación de la piel y favorece la circulación y la oxigenación en las zonas tratadas. De este modo, se crea un depósito de principios activos bajo la piel que garantiza unos resultados rápidos y duraderos.
¿El resultado final? Una piel más vital y fresca. Las pequeñas arrugas se alisan, las cicatrices del acné se reducen y los trastornos de la pigmentación disminuyen. En otras palabras, la mesoterapia es un camino hacia una piel más joven y tersa sin tener que someterse a cirugía ni a tratamientos con Botox.
Quizá lo más impresionante sea el hecho de que la mesoterapia no requiere tiempo de inactividad. El tratamiento dura unos 30 minutos y es indoloro. Es una especie de "lifting a la hora de comer" que puede realizarse durante la pausa del almuerzo, tras lo cual puede volver directamente a su vida normal.
A pesar de sus muchas ventajas, es importante saber que la mesoterapia, como cualquier otro tratamiento médico, puede tener efectos secundarios. Pueden ser enrojecimiento, hinchazón leve o, en raras ocasiones, pequeños hematomas. Sin embargo, estos efectos secundarios suelen ser temporales y remiten por sí solos al cabo de poco tiempo.